Campo de girasoles - Vincent van Gogh |
"Flaming flowers that brightly blaze" escribía Don McLean en 1971, en su famoso tema "Vincent" (que muchos conocían como el "Starry, starry night", que era su primera línea). Se refería a los brillantes colores que eran la marca de la casa en los cuadros impresionistas de Van Gogh (Zundert, 1853 - Auvers-sur-Oise, 1890).
Colores brillantes, sí, pero con fecha de caducidad. Parece que, desde hace un tiempo, los conservadores de los museos donde se exponen los cuadros del "loco del pelo rojo" (así se llamó en España la película "Lust for Life" de Vicente Minnelli de 1956, donde Kirk Douglas hacía el papel del artista), venían notando un progresivo oscurecimiento de las pinturas.
Según describe el divulgador científico Antonio Martínez Ron en este artículo, el análisis químico dio la pista: dos compuestos, el cromato de plomo y el sulfato de bario, añadidos a la paleta del pintor, conseguían realzar el brillo de los colores, pero estos mismos compuestos producen una reacción química al contacto con la luz que, a la larga, genera una sustancia marrón que va apagando los amarillos, los rojos, los turquesas,...
Parece que no hay solución, salvo alejar los cuadros de la luz del sol y de la radiación ultravioleta.
El Gran Bisonte de la Cueva de Altamira |
Lo cual me recuerda la polémica reciente sobre si se deben reanudar o no las visitas autorizadas a las Cuevas de Altamira. Allí no es la radiación solar ni la ultravioleta la que afecta a las pinturas rupestres (para eso están en una cueva), sino la emisión infrarroja emitida por los seres humanos, animales de sangre caliente, y los compuestos químicos transmitidos en su respiración y transpiración. Casi mejor que, con las buenas réplicas que se han hecho a pocos metros de las originales, las dejemos tranquilas unas cuantas décadas.
Y, finalmente, llegamos al papel. Porque hace poco he leído la explicación de por qué decimos que los libros huelen, y sobre todo los libros viejos (los libros nuevos huelen a la cola que se usa para encuadernarlos, pero ese es otro olor). Y esa explicación puede encerrar un gran riesgo: ¡su desaparición a largo plazo!. Veamos:
El principal componente del papel es la celulosa. Y, aunque para la mayoría de los seres vivos es un elemento poco digerible, hay microorganismos que sí consiguen romper las fuertes cadenas que la integran. Cuando el papel se descompone, el ambiente químico se vuelve más ácido y afecta a otra molécula presente en la madera, que es la lignina. Ésta se rompe y se vuelve volátil, y es la causante del olor que nosotros identificamos como de "libro viejo". O sea, que cuanto más a viejo nos huele un libro quiere decir que el proceso de descomposición de la celulosa está más avanzado. ¿Cuánto tarda un libro en volverse polvo? Pues no lo sé; no he encontrado la respuesta por ningún lado.
Desacidificación de libros mediante baños en MgO |
Lo que sí he leído es que la Biblioteca del Congreso de EE.UU. trata 250.000 libros al año con óxido de magnesio (parecido a lo que chupamos en un Almax), porque así disminuye la acidez del papel y se retrasa el proceso de descomposición. En una escala más modesta, también el Instituto Botánico de Barcelona, perteneciente al CSIC, ha utilizado recientemente el sistema Bookkeeper para desacidificar los libros de la biblioteca del Gabinete Salvador (libros publicados entre los siglos XVI y XIX).
En definitiva, que, como reza el título del post, "nada es para siempre". Habrá que resignarse a ver oscurecerse los girasoles de Van Gogh, a mantener cerradas a cal y canto las Cuevas de Altamira, a contemplar cómo nuestras queridas bibliotecas amarillean y emiten lignina a pasos agigantados,...
Y me surgen nuevos interrogantes: ¿cuánto durará la grabación magnética de los primeros casetes? ¿Y la de las cintas de vídeo VHS? ¿Y la grabación láser de los CD´s? Habrá que seguir investigando... en un próximo post.
En definitiva, que, como reza el título del post, "nada es para siempre". Habrá que resignarse a ver oscurecerse los girasoles de Van Gogh, a mantener cerradas a cal y canto las Cuevas de Altamira, a contemplar cómo nuestras queridas bibliotecas amarillean y emiten lignina a pasos agigantados,...
Y me surgen nuevos interrogantes: ¿cuánto durará la grabación magnética de los primeros casetes? ¿Y la de las cintas de vídeo VHS? ¿Y la grabación láser de los CD´s? Habrá que seguir investigando... en un próximo post.
Si el escrito tiene valor, seguro que dura más que el papel donde se escribe.
ResponderEliminarA propósito de la conservación de libros y documentos, mi amigo Jesús Gómez me hace llegar el artículo "Terror al ácido: El descubrimiento del deterioro y la conservación documental", escrito por Arsenio Sánchez Hernampérez, experto del Laboratorio de Restauración de la Biblioteca Nacional. Muy interesante. Veo que tiene 2 libros publicados: "Los desastres en los archivos" y "Políticas de conservación en bibliotecas", para el que quiera profundizar en la materia.
ResponderEliminarCurioso lo que plantea al final de su artículo: "El terror al ácido convirtió al microfilme en la principal esperanza para la conservación. O así se lo plantearon los principales líderes en conservación de los Estados Unidos. Pero la microfilmación no pudo competir con la digitalización y fue su primera víctima".