viernes, 5 de octubre de 2012

El coronel no tiene quien le escriba

Parece que fue hace más de 5.000 años cuando unos comerciantes sumerios, utilizando un punzón y arcilla húmeda, registraron en una tablilla los ingredientes de una buena cerveza, utilizando un código que luego sólo los iniciados supieran interpretar . Era el nacimiento de la escritura, característica exclusiva de la especie humana que ha ido acompañando, bajo distintos soportes,  a las civilizaciones a lo largo de la Historia.
Hasta la invención de la imprenta por Gutenberg, hacia 1450, no hubo otra escritura que la manual. Desarrollada y perfeccionada a lo largo de siglos, alcanzó sus más altos grados de virtuosismo en aquellos elaborados manuscritos medievales copiados una y otra vez por aplicados monjes en la paz y el retiro de sus conventos.
Hansen Writing Ball
Pero tuvieron que pasar cuatro siglos hasta que la invención de la máquina de escribir (Malling-Hansen, 1865) empezó a imponer la escritura "tipográfica" sobre la manual, primero en las transacciones comerciales, después en la correspondencia personal y finalmente en la creación literaria.
Escritura "inglesa"
Mientras tanto, en las escuelas se  seguía enseñando a escribir con "letra inglesa", o cursiva continua, una aplicación, creo yo, del "método Palmer" diseñado en los años 20 del pasado siglo por Austin Norman Palmer (1860-1927) y que obtuvo gran éxito en los EE.UU.  (de la mano de las Hermanas del Inmaculado Corazón de María que lo adoptaron en todos sus centros).
Ahora bien, si lo pensamos un poco, ¿cuándo hemos necesitado escribir algo "de puño y letra" en los últimos tres meses? Algún impreso oficial para pedir algo (cada vez menos; la e-administración se va imponiendo en España), algún post-it dejado a nuestro compañero de la oficina recordándole algo (aunque luego le hemos vuelto a enviar la petición por mail, "just in case"), las tarjetas postales enviadas en vacaciones desde lugares remotos (cada vez menos; sólo hay que ver lo que cuesta encontrar sellos para franquearlas)...
Ya resulta familiar en las sesiones de universidades o de escuelas de negocios ver a un porcentaje creciente de alumnos desplegando sus portátiles/tablets para "tomar apuntes" (o para seguir enganchados al twitter, quién sabe...).
Contraste: Tiza vs. Portátiles en algunas Escuelas de Negocio
Y en las empresas, ¿quién escribe nada a mano hoy en día? Las notas que se puedan tomar a mano en una reunión o en una visita a un cliente, rápidamente se transcriben, si es que no se hace de forma directa, a los sistemas corporativos de CRM, al email o al "work-flow".
¿Estaremos en presencia de las últimas generaciones que utilicen la escritura manual? ¿Llegará un día, en las próximas décadas, donde se suprima la enseñanza de esta "habilidad" en las escuelas?
Tablets en el colegio
No es un pensamiento descabellado: En 2011, los estados de Indiana, Illinois y Hawaii dictaron que sus escuelas no estaban obligadas a enseñar a escribir "en cursiva"; en cambio sí que estaban obligadas a lograr que sus alumnos fueran diestros en el manejo de teclados.
En sentido contrario, recientes estudios neurocientíficos confirman que, cuando escribimos, conseguimos memorizar mejor los conceptos más importantes (la vieja recomendación de la eficacia de tomar apuntes, ahora confirmada a la luz de las neurociencias: parece ser que, al escribir, se produce un enlace entre la parte espacial de nuestro cerebro que necesitamos para hacer trazos en un papel que tienen sentido -o sea, lo que es escribir- y la parte verbal de nuestro cerebro que necesitamos para entender las vocalizaciones con significado - lo que escuchamos- , con lo cual se refuerza el proceso mediante el cual se almacena la información importante en nuestra memoria). Falta por comprobar si ésto funciona igual cuando, en lugar de escribir con un bolígrafo, aporreamos las teclas del ordenador...
No sé. Me parece que la tendencia es imparable. Y que, en dos o tres generaciones,  los "expertos amanuenses" (o sea, los que sepan escribir de forma elegante en algún idioma) serán algo así como los expertos en cualquier otra disciplina antigua que se mantiene sólo a efectos folclóricos:  saber hacer encaje de bolillos, amaestrar halcones peregrinos o descifrar jeroglíficos egipcios. Es una imagen que me recuerda un poco a la de los hombres-libro de Farenheit 451. Y que me causa un cierto desasosiego.

 *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *
Tengo que dar el crédito de la idea de esta entrada a mi amigo Pedro Roy, que me envíó a comienzos de Septiembre varias propuestas, todas muy interesantes, fruto de sus reflexiones veraniegas en la Bureba burgalesa.

El título de la entrada, tengo que confesar, es un poco marketiniano, para animar a darle al "click". El pobre coronel no esperaba cartas de un amigo o familiar, ni siquiera de una amante, sino que durante 15 años cada viernes bajó a la estafeta de correos para ver si le llegaba la confirmación de su pensión como veterano de guerra... La novela acaba sin desvelar si esa carta finalmente llegó, pero todo parece indicar que no.

1 comentario: